Agradecimiento al anónimo ciudadano.

Ayer por la mañana, ensimismado y distraído, paré en un cajero de Madrid a retirar una pequeña cantidad de dinero para realizar unas compras. Con tan poco acierto y delicadeza de olvidarme el dinero en el cajero.

Me di cuenta al llegar a mi destino de la metedura de pata, y después de fustigarme mentalmente decidí confiar en que en este país quedaran aún buenas personas (y de no quedar, que el cajero hubiera tragado otra vez el dinero).

Mi grata sorpresa fue enterarme de que queda gente honorable y honesta como la que más, capaz de recoger el dinero y entrar en la oficina a devolverlo. Aunque sea una pequeña cantidad y su ausencia me hubiera permitido llegar a fin de mes, y a él o ella no le hubiera dejado tapar muchos agujeros, el detalle sin lugar a dudas vale más que una fortuna.

Desde aquí quiero darle las gracias al anónimo ciudadano que ha impartido hoy una gran lección de civismo.

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